EL ZORRO VIEJO

El zorro viejo

busca en la zorrera cobijo de la tormenta,

parece sonreír a la suerte de tenerla en alto,

descansa seco; afuera llueve.

Fueron tantos los momentos empleados,

que saborea el instante como el mejor de los manjares;

le duelen los huesos; pero es lo de siempre,

ese dolor que le acompaña y revive su causa;

cada dolor es una historia vivida.

Se acomoda al espacio que le rodea,

parte de la tierra que horadaron sus patas,

que mancharon sus pasos,

que le transmitieron su huella,

su calma en mitad de la carrera,

su espera, observa, calcula…

Ahora duerme, se sueña correr,

emite un gruñido que le hace reír

y vuelve sus pasos a la zorrera.

Comprueba que está seco y le gusta,

mueve su cola contento.

Vuelve al sueño de buscarse la vida,

transitando espacios nada buenos,

le reciben estallidos en el aire,

ruidos que hacen daño en sus oídos,

rincones de papeles secos,

habitados por ratas que le atacan.

Vuelve la mirada allá a lo alto,

el sol brilla y las plantas acarician su paso,

si acaso, un conejo que se escapa…

¡Vaya! No lo esperaba.

Y ríe, ríe satisfecho, camina tranquilo a su zorrera.

El zorro duerme y en sus sueños;

sol, aire, nube, lluvia, tierra y un conejo;

caben en su madriguera.

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