Al borde

La sensación de caminar siempre al borde de un abismo asumida como parte de la esencia de la vida, aceptada con el estoicismo que merece y adornada, si se quiere, con la suerte de haber vivido la evidencia de la temporalidad vital. Así la vida pasa a un segundo término, estar vivo es vivir en el peligro.

A este lugar nos han desplazado la fuerza de los poderes, de los unos y los otros; incluidos los poderes que se ejercen a través de la presión social, poderes vehementes que se han instalado como parásitos de neuronas en amplios sectores de la población.

Vivir al margen, en la frontera, en pecado, fuera de ley, alienados…Algunos tenemos o hemos tenido, sobradas razones para llegar a este fin.

Quienes venimos reclamando el alimento necesario, el cuidado justo, el respeto y la educación, el derecho a la diferencia, el lugar escueto, la palabra; hemos quedado postergados, hemos sido señalados, hemos muerto socialmente, hemos roto vínculos falsos.

Nos encontramos al borde, siempre mirando a la muerte de cerca, a los ojos y, desde este lugar insólito; podemos ver la vida con la objetividad necesaria, podemos ver la injusticia con nitidez, podemos alzar la voz y la cabeza.

Cuando se pierde el temor, se gana la vida; lo contrario es supervivencia, un triste naufragio que nos ahoga en un mar de dudas. Podrán encarcelar nuestros cuerpos, nunca nuestros sueños. La libertad siempre encuentra la salida del laberinto, las rejas no pueden encerrar los pensamientos; conocemos otros horizontes, porque hemos subido a lo más alto de la montaña; sabemos de la existencia de infinidad de mundos posibles, sabemos que la vida se traduce de distintas formas, que el ser humano está por descubrirse a sí mismo; que el planeta no nos pertenece, como los hijos no son nuestros; no poseemos ni lo que tenemos en el bolsillo. Si tenemos vida, qué más nos falta? Con vida se opta al amor, la felicidad, la evolución; transitamos por el camino de la vida, cuidando cada paso, amando cada instante, desde el aire que nos anima, hasta el minúsculo aleteo de la mariposa; creando adentro lo que deseamos vivir fuera; queremos compartir con otras personas y recibir en un abrazo, las que ellas nos traen; porque son amables (susceptibles de ser amadas), si han surgido del amor.

Por eso no reconozco el odio como inherente a la especie humana; creo que es el recurso que emplea el sistema para maniatar nuestra libertad, ponerle precio a nuestra cabeza, erradicarnos a través de la diferencia y castigarnos con la indiferencia. Esto lo aprendemos de seres ruines, con una moral hipócrita que, al estar tan generalizada, aceptamos como norma. No nos engañemos, no caigamos en la trampa; aunque vinieran a quitarnos la vida, tenemos mayor experiencia que estas alimañas en lo que se refiere al entorno de la muerte, no pueden darnos miedo; nos dan lo que les sobra. Puede que se vean atraídas, puede que queden atrapadas como moscas en la miel, que aprendan a digerir que Todo, es un instante y, cada instante, es Todo. Les atrae el amor; puede que una idea equivocada del mismo. Es posible que queden atrapados en el amor, en ese amor que se han inventado y no puedan mover las alas con libertad; es posible que perezcan en su propio miedo sin llegar a comprender que la vida es otra cosa.

Sigo el camino, parando cuando es necesario; revoloteo en torno a una flor, y me cuelgo de una sombra; duermo en las ramas del árbol mecidas por el aire, me subo a las estrellas y bajo a las profundidades de la tierra; llevo en las manos el pulso necesario para abrirme en un abrazo, para cerrar el puño y controlar mi rabia, para fabricar la caricia que despierte una sonrisa o peinar las horas que desperezan la mañana.

Si me miras desde detrás de las ventanas del odio, verás al monstruo que no soy, resoplando ácidos y quemando con el solo aliento; pero será el monstruo que tú quieres ver en mí, un reflejo de tus monstruosos deseos, de tus monstruosos miedos.

Los seres fronterizos, los del borde, los cercanos al abismo; vivimos porque estamos despiertos, porque sabemos del difícil equilibrio en el filo de una hoja, de la emboscada pertinaz en que quieren envolvernos, de las trampas y mentiras que les obstruyen la mente, del odio destilado de sus propios miedos e iniquidades; valoramos el presente, porque no tenemos otra opción y repartimos sonrisas, abrazos, caricias, besos; porque tenemos el pecho rebosando amor.IMG-20180414-WA0018 (2)

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